Jessica Bueno para los pies a Isa Pantoja durante su entrevista para mandarle un mensaje demoledor: «No voy a…»

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Polémica en directo en Telecinco.

Isa Pantoja, conocida durante años como Chabelita, ha crecido a la sombra de uno de los clanes más mediáticos de España. Adoptada en Perú por Isabel Pantoja, llegó a Cantora siendo un bebé y su vida quedó inevitablemente ligada a la de la tonadillera. Lo que para cualquier otra niña habría sido una infancia anónima, para ella fue sinónimo de portadas, tertulias y flashes. Con el paso del tiempo, esa niña reservada se convirtió en una joven que ha tenido que aprender a explicarse ante la audiencia antes incluso de hacerlo ante su propia familia.

Desde muy pronto, su vida privada dejó de pertenecerle del todo y pasó a formar parte del imaginario colectivo de la prensa rosa. Sus amistades, sus parejas, sus estudios y hasta sus decisiones más íntimas han acabado diseccionadas en platós y revistas. Isa ha jugado, a veces a su favor y otras en su contra, con esa exposición constante que la persigue desde la adolescencia. Entre reality y reality, se ha ido construyendo un personaje televisivo que convive, no siempre en armonía, con la persona de carne y hueso que intenta llevar una vida lo más normal posible.

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La relación de Isa con los medios del corazón es una mezcla de dependencia y defensa propia. Por un lado, la televisión le ha dado trabajo, independencia económica y un altavoz para contar su versión frente a la poderosa narrativa del clan Pantoja. Por otro, la ha obligado a revivir una y otra vez los conflictos internos de su familia ante millones de espectadores. Esa exposición ha hecho que muchas de sus peleas, reconciliaciones y silencios se produzcan primero ante las cámaras y solo después en privado. Y en ese equilibrio precario se ha ido definiendo como personaje clave de la crónica rosa de la última década.

Durante los últimos años, Isa ha tratado de tomar las riendas de su relato y no limitarse a ser “la hija de” en las tertulias. Su papel como colaboradora en distintos programas le ha permitido hablar de sus estudios, de su maternidad y de su matrimonio con Asraf Beno, intentando que el foco no esté solo en el drama familiar. Aun así, el interés del público y de los formatos sigue orbitando alrededor de sus heridas con la familia Pantoja. Entre exclusivas y apariciones en prime time, ha tenido que decidir qué contar, qué callar y hasta dónde dejar que los demás opinen sobre su pasado. Es en ese contexto donde se enmarca su última aparición televisiva.

Heridas visibles.

La última entrega de ese relato llegó en ‘¡De viernes!’, el programa nocturno de Telecinco que se ha convertido en el nuevo confesionario de muchos famosos. Allí, Isa acudió para responder a las recientes palabras de su hermano, Kiko Rivera, que volvió a exponer públicamente su complicada relación. Él le habría hecho llegar un mensaje en busca de acercamiento, un intento de tregua después de años de desencuentros. Ella confesó que no ha respondido a ese gesto y explicó que no se siente preparada para aceptar una paz que, a su juicio, no puede construirse solo a base de mensajes y entrevistas. Frente al foco, dejó claro que el problema con Kiko no se resuelve con un “perdón” rápido ni con una foto familiar de cara a la galería.

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En esa entrevista, Isa recordó que lleva tiempo levantando un muro protector en torno a su nueva vida. Junto a su marido y sus hijos ha encontrado un espacio en el que no entran las discusiones heredadas del pasado, y se aferra a esa burbuja como tabla de salvación. Reconoce que reabrir ciertos capítulos la desestabiliza y la devuelve a momentos muy oscuros de su adolescencia. Sin embargo, admite que hay episodios tan graves que, aunque preferiría enterrarlos para siempre, siguen saliendo a la luz cada vez que se reabre el debate sobre su familia. Entre ellos está uno de los capítulos más delicados que ha contado: la visita al ginecólogo con su madre y su hermano para comprobar si había perdido la virginidad.

El día del ginecólogo.

En el plató, Isa relató cómo, siendo prácticamente una niña, fue llevada a una consulta ginecológica con ese objetivo de control tan invasivo. Explicó que en el primer centro al que acudieron, el médico se negó a participar en aquella petición que consideró fuera de lugar. Pese a ese rechazo inicial, la situación no quedó ahí, y terminaron acudiendo a otro profesional que sí accedió a hacerle la exploración.

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Entonces, la joven miró a cámara para subrayar lo que supuso para ella aquel episodio y pronunció unas palabras muy claras: «Esto ha sido muy doloroso. Él sí vino, no se le ocurrió a él, estaba mi madre. Él me lleva, pero el médico decide no seguir. Es la segunda vez cuando me lleva con Dulce. Él fue con su pareja».

Isa evitó dar el nombre de esa pareja de su hermano que estuvo presente en aquella primera visita, aunque por fechas muchos espectadores han señalado a Jessica Bueno. El programa dio entonces un giro y, a través de uno de los colaboradores, trasladó en directo un mensaje de la modelo a su excuñada. Jessica quiso enmarcar aquella etapa en su propia experiencia y dejó claro que también para ella fueron años difíciles. «Tenía 20 años, hace 14 años de eso. Me desvinculé física y emocionalmente de esa familia cuando lo dejé definitivamente con Kiko. Tuve que ir al psicólogo después de dejarlo y mi mente ha olvidado muchos recuerdos de esos años».

Desde la distancia, Jessica trató de marcar límites sobre hasta dónde está dispuesta a hablar de aquel episodio concreto. En su mensaje insistió en que no tenía conocimiento exacto de lo que ocurría entonces y que ya se posicionó en privado en su momento. «Siento mucho por todo lo que pasó, peo ni yo sabía lo que estaba pasando. Lo que opinara al respecto lo dije en su momento y a la persona a la que debía decírselo que era a Kiko. Pero, no tengo que hablar de eso públicamente solo porque ella haya decidido contar su historia». La modelo cerró su intervención telemática con una frase que evidencia su voluntad de mantenerse al margen: «Esa es su historia y yo no voy a sumarme a eso públicamente».

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Ante esas palabras, Isa reaccionó con contención, sin convertir a Jessica en el centro del conflicto. Recordó que para ella el foco principal sigue estando en la actitud de su madre y de su hermano, no en la expareja de Kiko. Aun así, dejó una respuesta breve pero muy significativa: «Yo no voy a decirle nada, allá cada uno».

Después añadió, en referencia a la memoria selectiva de la modelo: «Ella se acuerda». Y, para cerrar el tema, corroboró parte de la versión de su excuñada y devolvió la atención de nuevo a su hermano: «Es verdad lo que dice, él me había dejado una semana antes por primera vez su piso para ver a ese chico. Él era el único que estaba viviendo en Madrid, por lo que me llevó al médico».

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Familias en guerra.

Con este relato, Isa volvió a dejar al descubierto hasta qué punto su intimidad ha sido vigilada, discutida y, en ocasiones, controlada por su propia familia. Su negativa a contestar el mensaje de Kiko no nace solo del rencor, sino del miedo a repetir dinámicas que la hicieron sentirse pequeña y cuestionada en su propia casa.

La colaboradora de televisión insiste en que ahora prioriza su estabilidad emocional y la de su núcleo más cercano antes que cualquier reconciliación pública apresurada. Y, aunque sigue abierta a dialogar lejos de los focos, su paso por ‘¡De viernes!’ dejó claro que no está dispuesta a minimizar lo que vivió para encajar mejor en el relato oficial del clan Pantoja.

En esta exposición del dolor familiar, Isa no está sola: el panorama mediático español está lleno de historias parecidas de hijos y padres enfrentados ante las cámaras. Uno de los casos más sonados de los últimos años es el de Rocío Carrasco, que decidió romper un silencio de décadas y contar su versión de los hechos en una docuserie que sacudió la televisión.

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Allí habló de su conflicto con Antonio David Flores y de la ruptura con sus propios hijos, convirtiendo el plató en un tribunal emocional que dividió a la audiencia. Ahora, Telecinco prepara un especial sobre la herencia de Rocío Jurado y la guerra familiar que detonó alrededor de su figura, demostrando que ese conflicto sigue generando contenido y polémica años después.

Otro ejemplo reciente es el de Bárbara Rey y su hijo Ángel Cristo Jr., que han protagonizado una batalla pública tan mediática como dolorosa. Él ha concedido entrevistas en las que ha presentado un retrato demoledor de su madre, acusándola de haberle robado la infancia y aireando episodios íntimos en programas como ‘¡De viernes!’. Ella, por su parte, se ha defendido desde otros platós, denunciando traiciones y la venta de material personal, como las famosas fotografías filtradas a una revista extranjera. Madre e hijo se han cruzado reproches, demandas y amenazas televisadas, convirtiendo su historia en un serial que, igual que en el caso de los Pantoja, parece no encontrar un cierre definitivo.

También la familia Campos ha vivido su propia tormenta con la ruptura entre Carmen Borrego y su hijo José María Almoguera. Él se sentó en una revista y después en distintos platós para expresar que no confiaba en su madre y que se sentía profundamente herido por la exposición mediática de su vida privada.

Ella, acostumbrada a hablar de todo en televisión, se vio de pronto en el papel de madre cuestionada en directo por su propio hijo. Durante meses, el enfrentamiento se ha ido alimentando en programas y exclusivas, aunque en los últimos tiempos ambos han protagonizado reencuentros cargados de emoción, como el abrazo en ‘GH Dúo 3’ que muchos interpretaron como un tímido paso hacia la reconciliación.

En todos estos casos, como en el de Isa Pantoja, el plató se convierte en escenario y al mismo tiempo en campo de batalla. Las viejas heridas familiares se reabren frente a millones de personas, y cada gesto, cada silencio y cada mensaje de móvil sin responder termina analizado por tertulianos y espectadores. Entre la necesidad de reparar la propia historia y la presión de la audiencia, los protagonistas caminan sobre una cuerda floja donde es fácil perder el equilibrio. Y la pregunta que sobrevuela, también en el relato de Isa, es si alguna vez será posible la paz cuando las cicatrices se escriben, una y otra vez, bajo los focos.