El demoledor comentario de Silvia Intxaurrondo durante el discurso de Carlos Mazón en su dimisión: «Hasta para…»

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Carlos Mazón, el político que quiso reconstruir Valencia.

Carlos Mazón ha sido, hasta este lunes, el rostro más visible del Gobierno valenciano. De trayectoria larga dentro del Partido Popular, alcanzó la presidencia de la Generalitat en un momento marcado por la promesa de estabilidad tras años de tensión política. Su discurso combinaba un tono conciliador con la aspiración de convertir la Comunidad Valenciana en un referente económico y social del Mediterráneo.

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Durante su mandato, Mazón intentó mantener una imagen cercana y resolutiva, sobre todo tras las graves inundaciones que golpearon la región el año pasado. Su gestión de aquella catástrofe, sin embargo, se convirtió en un punto de inflexión. La presión política, mediática y personal fue creciendo hasta desembocar en un fin de semana de reflexión que acabaría cambiando el rumbo de su carrera.

El anuncio llegó sin previo aviso, tras varias conversaciones con el líder nacional de su partido, Alberto Núñez Feijóo. En su intervención, el presidente autonómico confesó que “ya no podía más” después de un año que describió como insoportable.

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Una dimisión entre sombras y cansancio.

Mazón explicó que renuncia al cargo porque su capacidad emocional y física se ha visto superada tras los meses posteriores a la DANA. Admitió que habría dejado la presidencia “hace tiempo” si no fuera por el compromiso adquirido con los valencianos. De momento seguirá en funciones hasta que Les Corts nombren a un sucesor, y después se tomará unos días de descanso, tal y como le ha pedido su familia.

Su despedida no fue una huida silenciosa. A lo largo de su comparecencia, el todavía presidente deslizó reproches al Gobierno central por lo que considera una actitud “reticente” ante la tragedia de hace un año. La imagen de un dirigente cansado, más humano que político, contrastó con la tensión mediática del momento.

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Mientras él hablaba ante los medios, una figura clave de aquel episodio llegaba a los juzgados de Catarroja: la periodista Maribel Vilaplana, quien compartió mesa con Mazón la tarde de la riada que dejó más de doscientas víctimas mortales.

El peso del error y la política del arrepentimiento.

Por primera vez desde la tragedia, Mazón asumió públicamente su responsabilidad. Reconoció fallos como no haber solicitado la declaración de emergencia nacional ni haber suspendido su agenda oficial aquel día. “He tenido días muy duros, y reconozco mis errores”, dijo con tono sereno, pero visiblemente afectado.

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“Debí haberme quedado”, insistió, asegurando que las decisiones tomadas no respondieron a ningún cálculo político. “No supimos la magnitud de lo que estaba pasando hasta la madrugada del día 30”, explicó, haciendo hincapié en que la información llegó demasiado tarde para actuar con precisión. Sus palabras buscaban cerrar una herida abierta entre la ciudadanía y su gobierno.

La comparecencia fue retransmitida en directo y siguió siendo analizada en tiempo real en varios programas informativos. El gesto de asumir la culpa no impidió que muchos cuestionaran el momento y la forma en que lo hizo.

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Un cierre que no convence a todos.

En el plató de La Hora de La 1, la periodista Silvia Intxaurrondo reaccionó con dureza. Al concluir el discurso, criticó que Mazón no mencionara explícitamente a las víctimas y dejara sin resolver cuestiones esenciales: cuándo dejará el acta, qué rumbo tomará su partido y quién ocupará su lugar. “Hay que saber estar a la altura hasta para marcharse”, señaló la presentadora, en un comentario que se viralizó pocos minutos después.

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El análisis televisivo marcó el tono del debate público que seguiría en las horas posteriores. Para algunos, la renuncia de Mazón es un acto de coherencia y humanidad; para otros, una estrategia política para evitar responsabilidades futuras. Lo cierto es que la imagen del presidente quebrado ante los medios ha dejado una fuerte impresión en la opinión pública.

La dimisión de Carlos Mazón se ha convertido así en mucho más que un cambio institucional: es el epílogo de una etapa marcada por la tragedia, la culpa y la búsqueda de redención. Un gesto que, como era de esperar, ha desatado una oleada de comentarios y juicios entre los internautas, divididos entre la empatía y la crítica.