Trágico suceso.
Hay noticias que irrumpen en la rutina y dejan a todo un país sin aliento. Son hechos inesperados que se cuelan en las conversaciones, en los grupos de mensajería y en las sobremesas, porque tocan miedos muy elementales. De pronto, lo que parecía algo propio de las páginas lejanas de sucesos se convierte en tema central en la calle y en las casas. En cuestión de horas, una realidad concreta y local pasa a ser símbolo de una fragilidad que cualquiera reconoce.

Cuando esos episodios tienen lugar en espacios cotidianos, la impresión es aún mayor. No se trata de escenarios extremos ni de situaciones que uno asocia con el riesgo, sino de lugares a los que se acude con confianza, incluso con cierta rutina. Consultas médicas, colegios o comercios de barrio forman parte del paisaje seguro que damos por hecho. Por eso, cuando algo se quiebra en ese entorno, emerge una mezcla de incredulidad, tristeza y necesidad de respuestas.
Eso es lo que ha ocurrido en Alzira, donde una visita a una clínica dental infantil ha terminado convertida en un relato que estremece a todo el que lo escucha. En apenas unas horas, una mañana de gestiones normales derivó en un dispositivo sanitario urgente y en una pérdida irreparable para una familia. A la conmoción inicial se ha sumado el eco que el caso ha tenido en los medios y en las redes, donde miles de personas siguen con atención cada dato que se conoce. Entre la voluntad de respetar el dolor y el deseo de entender, la ciudadanía mira ahora a las instituciones sanitarias y a la justicia.
Ecos en la consulta.
La Conselleria de Sanidad ha ordenado el cierre temporal de la clínica dental de Alzira en la que fueron atendidas dos niñas el mismo día y que, horas después, ingresaron en el hospital con gravísimas complicaciones. La mayor, de seis años, falleció tras sufrir una parada cardiorrespiratoria que los equipos médicos no lograron revertir. La pequeña, de cuatro años, continúa ingresada en la unidad de cuidados intensivos pediátricos, bajo vigilancia constante. La decisión de clausurar el centro se ha adoptado mientras se recopilan datos clínicos y se revisa el material utilizado en las intervenciones realizadas esa mañana.

Según relatan los padres a los profesionales del Hospital de la Ribera, la niña de seis años acudió a primera hora para la extracción de un diente de leche y varios empastes, un procedimiento que se les presentó como sencillo. Para llevarlo a cabo, en la consulta se aplicó sedación y anestesia local, una combinación habitual en determinados tratamientos pediátricos.
Sin embargo, la menor empezó a mostrar somnolencia y dificultades respiratorias, por lo que permaneció en la clínica alrededor de cuatro horas en observación a la espera de que remitieran los síntomas. Cuando la familia regresó a casa, siempre según su versión, el malestar no solo persistió sino que se intensificó, hasta el punto de que acudieron de urgencia al hospital al comprobar que la niña no respiraba con normalidad.
En paralelo, la propietaria del centro sostiene que el procedimiento se desarrolló sin incidentes aparentes. Afirma que a la pequeña se le administró la sedación prevista y anestesia local para una actuación que define como rutinaria, y confiesa no comprender cómo se desencadenaron las complicaciones posteriores. Sanidad ha puesto el foco en el material empleado, incluido un posible problema en un lote concreto de anestesia que deberá ser analizado con detalle en los laboratorios. Mientras tanto, la situación de la segunda niña, también atendida en esa clínica, es objeto de un seguimiento especialmente estrecho por parte del personal de cuidados intensivos.
Preguntas sin respuesta.
Las cronologías que manejan la familia y la responsable de la consulta no coinciden, y ese desajuste se ha convertido en una de las claves que ahora se intenta aclarar. Los padres explicaron que su hija pasó varias horas en la sala, con síntomas que no remitían, antes de recibir el alta y regresar al domicilio. La dentista, por el contrario, declaró al día siguiente que la niña «salió perfectamente de aquí y empezó a encontrarse mal después», una frase que ha levantado aún más dudas entre quienes siguen el caso. Llama la atención, además, que la clínica se sitúa justo frente al centro de salud de Alzira y que, pese a ello, no se solicitó ayuda médica mientras la menor estaba bajo observación en la consulta.
Cuando la familia llegó finalmente al hospital, los equipos de urgencias activaron de inmediato las maniobras de reanimación y mantuvieron los esfuerzos durante un periodo prolongado, sin éxito. El fallecimiento de la niña dio paso a la intervención de la autoridad judicial, que ha encomendado la práctica de la autopsia y la recopilación de toda la documentación clínica disponible. La titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Alzira ha abierto diligencias previas para determinar qué ocurrió exactamente desde que la menor entró en la clínica hasta su llegada al Hospital de la Ribera. En los próximos días deberán comparecer profesionales sanitarios, técnicos y testigos para aportar su versión de los hechos y contribuir a trazar una secuencia lo más precisa posible.
Mientras las instituciones trabajan en esa reconstrucción, el foco mediático se ha detenido también en la familia, cuyo entorno ha empezado a poner voz al desgarro que viven. En el programa ‘Y ahora Sonsoles’, el tío de la menor explicó que los padres habían tenido dificultades para concebir y que, tras años de espera, la llegada de la niña había sido recibida como un pequeño milagro doméstico. Relató que ahora se encuentran abatidos, incapaces de asimilar lo sucedido, y resumió su estado con una expresión breve pero devastadora: «Están muertos», afirmó. Esas palabras sobre la madre y el padre, difundidas en programas y plataformas digitales, han sobrecogido a los internautas, que comparten mensajes de apoyo y reclaman que la investigación aclare hasta el último detalle.