El estremecedor último mensaje de la educadora asesinada en Badajoz: “Están intentando…”

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Una advertencia que nadie escuchó.

Belén Cortés, la educadora social de 35 años asesinada en Badajoz, no parecía temer a los dos menores que acabaron con su vida. Aunque conocía sus intenciones de escapar de la vivienda tutelada, no imaginaba que su destino sería aún más trágico. Su compromiso con los jóvenes bajo su tutela la llevó a seguir adelante a pesar de los riesgos inherentes a su trabajo. Sin embargo, aquella noche todo cambió de manera irreversible.

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Minutos antes de su muerte, la trabajadora social mantuvo contacto con personas cercanas, dejando constancia de sus inquietudes. No era la primera vez que enfrentaba una situación complicada con los menores a su cargo. En el pasado, ya había denunciado amenazas y episodios de violencia dentro del centro. Aun así, se mantenía firme en su misión, convencida de que podía ayudar a estos jóvenes a encontrar otro camino.

Mensajes que retratan sus últimas horas.

Uno de los antecedentes más alarmantes se registró en junio del año pasado. A pesar de este episodio, Belén no dejó su puesto de trabajo. «No tenía miedo» y «estaba convencida de que podía enderezarlos», explicó una fuente cercana a la familia a ‘El País’. Su compromiso con la educación social la llevó a seguir adelante pese a los peligros.

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La noche del crimen, Belén se comunicó con el padre de uno de los agresores. Su tono en los mensajes reflejaba nerviosismo y preocupación por la actitud de los menores. Apenas una hora después de comenzar su turno, envió un mensaje en el que reconocía sentirse inquieta por la situación. Poco después, insistió en el comportamiento problemático de los adolescentes y su posible intención de escapar.

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Una lucha constante por mantener el control.

Minutos antes del ataque, Belén envió un último mensaje a su pareja. En él, dejó claro que los jóvenes parecían decididos a abandonar la vivienda tutelada una vez más. Aquella no era una circunstancia nueva, ya que los mismos adolescentes se habían escapado días antes para asistir a los carnavales de Mérida. Esta reincidencia preocupaba a la educadora, que temía que la situación volviera a salirse de control.

En los últimos mensajes que envió, la trabajadora social intentaba manejar la crisis con los medios a su alcance. «Buena noche, estoy un poco nerviosa. Voy a encauzar el turno y luego te cuento», escribió al padre de uno de los menores a las 21:00 horas. Más tarde, le advirtió sobre el comportamiento de su hijo y su aparente intención de huir con el otro adolescente. A las 21:56, aún intentaba «reconducir» la situación, sin saber que apenas minutos después su vida correría peligro.

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Un desenlace inevitable.

Treinta minutos después de su último mensaje, el cuerpo de Belén fue encontrado en la vivienda tutelada. Había sido golpeada y asfixiada por los dos menores que pretendían escapar. Lo que empezó como una advertencia sobre una posible fuga terminó convirtiéndose en un crimen brutal. Nadie pudo prever que aquella noche sería la última de Belén, quien hasta el último momento intentó cumplir con su labor.

El caso ha reavivado el debate sobre la seguridad en los centros de menores y la protección de los trabajadores sociales. Belén sabía que su trabajo era difícil, pero jamás imaginó que terminaría costándole la vida. Su historia es ahora el símbolo de una lucha que sigue pendiente, una que reclama mayor seguridad para quienes se dedican a ayudar a jóvenes en situaciones vulnerables.

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