Demasiado pronto. Cuando se apaga una luz joven.
La pérdida de una persona joven, activa y admirada siempre deja una estela de incredulidad. No es solo el vacío que queda, sino el golpe de realidad que recuerda lo efímera que puede ser la vida, incluso para quienes parecen invencibles. El impacto no se limita a sus círculos íntimos: alcanza a quienes la seguían, la admiraban o simplemente coincidieron con ella una vez y se quedaron con su sonrisa, su energía o su historia.
Cristina Santurino, deportista profesional y referente en el mundo del trail running, ha muerto a los 36 años, pocos días después de correr una de las pruebas más exigentes del calendario: la maratón de montaña Zegama-Aizkorri 2025. Completó los más de 42 kilómetros y 5.000 metros de desnivel acumulado en un tiempo de 6 horas, 18 minutos y 45 segundos. Fue su última carrera, sin que nadie pudiera imaginarlo entonces.
Residente en El Hierro, pero madrileña de nacimiento, Cristina se había forjado un nombre en la ultradistancia, esa disciplina reservada a los espíritus incansables. Las montañas eran su casa y el esfuerzo prolongado, su idioma. Su palmarés la situaba como una de las figuras destacadas del ultratrail en España.
Más allá de la meta.
La noticia de su fallecimiento ha sido recibida con consternación por toda la comunidad del running, incluida la marca Hoka, una de sus principales colaboradoras. Desde la cuenta ‘Hokafans_iberia’ escribieron un mensaje que resume el impacto de su pérdida:
“Hoy hemos conocido la tristísima noticia del fallecimiento de Cristina Santurino, una mujer única que vivió su sueño y que llegó a lugares que quizá nunca imaginó. Hoy, en el día de su cumpleaños, nos despedimos de ella con el convencimiento de que su legado perdurará en el corazón de amigos y familiares para siempre”. Y concluyen: “Cris, te vamos a echar mucho de menos. Vuela, amiga”.
Santurino había dejado su huella en pruebas míticas como el Gran Trail de Peñalara (62 km) y su versión más extrema, el GTP de 104 km, donde se alzó con la victoria. Pero sus retos no acababan en las carreras oficiales. Durante la desescalada de la pandemia, se propuso recorrer el ‘anillo ciclista’ de Madrid —64 km— en solitario y sin avituallamientos. Lo logró en 5 horas y 26 minutos.
También era una habitual en citas emblemáticas como la Tenerife Bluetrail o la Transvulcania, donde su nombre figuraba entre los favoritos. Más allá del cronómetro, Cristina construyó una identidad basada en la constancia, el esfuerzo y una sonrisa amplia que la acompañaba hasta en los días más duros.
Ciencia, rigor y generosidad.
Pero Cristina no solo corría. También estudiaba, investigaba y enseñaba. Era doctora en Ciencias de la Alimentación por la Universidad Internacional de Valencia, donde defendió su tesis con la máxima calificación. Su especialización en nutrición deportiva la convirtió en una figura de referencia para quienes querían mejorar su rendimiento desde una base científica y saludable.
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Con esa mezcla de conocimiento y cercanía, ofrecía asesorías en las que unía sus dos pasiones: la nutrición y el deporte de resistencia. Sus redes sociales eran una fuente constante de información veraz y combate contra los bulos en materia alimentaria. Su compromiso con la divulgación era firme, generoso y sin pretensiones.
En un mundo donde lo superfluo a menudo eclipsa lo esencial, Cristina Santurino fue un ejemplo de lo contrario. Su vida —y su legado— siguen hablando alto y claro, incluso ahora que ya no está.