España de luto: Fallece trágicamente Pedro Sanz

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Trágico suceso.

Hay despedidas que resuenan con fuerza en una comunidad. Algunas personas dejan una huella tan profunda en su entorno que su ausencia se siente como un vacío imposible de llenar. En ocasiones, su legado trasciende lo cotidiano y se convierte en parte de la identidad de un lugar, marcando la vida de quienes los conocieron.

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El fallecimiento de Pedro Sanz es un claro ejemplo de ello. Su nombre estaba ligado a la tradición, a un conocimiento transmitido de generación en generación y a una manera de entender la vida en armonía con la naturaleza. Su historia es la de un pastor, pero también la de un sabio observador del tiempo.

Un legado que perdura.

Pasó muchas noches al raso. Con el cielo, las estrellas, la Luna, Marte, el firmamento… como techo. Y los días al sereno fueron incontables. Pastor de toda la vida, de esos que acompañaban las 24 horas al rebaño, que estaban jornadas enteras sin volver a casa y para los que su hogar era el campo. Así que el contacto con la naturaleza fue una constante en la vida de Pedro Sanz, el pastor de Las Rades de Abajo, una pequeña pedanía perteneciente al Ayuntamiento de Pedraza, a la que puso en el mapa.

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Y no lo hizo por su labor como pastor, por la que también era conocido sobre todo en su entorno, sino por su pronóstico del tiempo a través del ancestral método de las cabañuelas. Ése que sin saber de isobaras, ni de física y mucho menos de modelos informáticos le daba a Pedro Sanz cómo iba a hacer en cada mes del año.

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Este sábado, en un día de frío, sol, nubes, nieve… Pedro Sanz, el ‘pastor de las cabañuelas’, como así le conocían muchos, ha fallecido. Llevaba jubilado unos años. Él sabía con exactitud hasta los días que habían pasado desde que colgó el zurrón, porque como todo a su alrededor lo apuntaba y lo llevaba memorizado en su cabeza.

Frío, lluvia, nieve, sol… Mes a mes su pronóstico en base a ese método tradicional que aprendió, como siempre presumía, de su abuelo Domingo. Lo guardaba con celo, aunque sí dejaba entrever algunas de las claves para más de una vez clavar que la Semana Santa iba a estar pasada por agua o que el verano iba a ser para más que un abanico.

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El hombre que leía la naturaleza.

La observación del comportamiento de los pájaros y otros animales, si las hojas caían antes o los árboles florecían con retraso… Todo apuntado en su libreta y su cabeza para ir cuadrando el pronóstico, para el que, como alguna vez dejó caer, la clave del año siguiente la tenían la primera quincena de enero y de agosto.

Le gustaba ver el amanecer, salir mucho a la calle y, sobre todo, al campo, apuntar cómo hacía en cada jornada, llevar la cuenta de los días de lluvia y los de calor para combinar los «elementos» en su tradicional método de predicción de las cabañuelas. Pedro Sanz no hará más pronósticos. Este sábado fallecía en su Segovia.

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