Trágico suceso.
Hay noticias que no se leen, se sienten como un puñetazo en el estómago. Son historias que rompen la rutina de un día cualquiera y obligan a detenerse, a respirar hondo. Cuando afectan a niños, la sensación de indefensión es todavía más intensa. En cuestión de minutos, lo que parecía una cita médica normal puede convertirse en el centro de una conversación nacional.

Las familias confían en que los espacios sanitarios sean lugares seguros, donde el dolor se alivie y los problemas se resuelvan. Pocas veces se cuestiona qué protocolos existen detrás de cada sillón, cada mascarilla o cada medicamento. Es una confianza silenciosa, construida en base a experiencias previas y a la autoridad de las batas blancas. Por eso, cuando algo se tuerce, la conmoción se extiende mucho más allá de la consulta concreta. No solo sufre una familia, tiembla también la idea misma de protección compartida.
En los últimos días, esa sensación de fragilidad se ha instalado con fuerza en un municipio valenciano y, desde allí, ha saltado a todo el país. Una intervención dental infantil que debía ser sencilla ha terminado convertida en un dramático caso que acumula dudas y exige respuestas. La historia arranca en una clínica privada de Alzira, donde dos hermanas acudieron para someterse a un tratamiento en la consulta odontológica. Lo que sucedió a partir de ese momento ha activado una cascada de actuaciones médicas, administrativas y judiciales.
Pesadilla inesperada.
La niña mayor, de seis años, tenía cita a primera hora de la mañana para la extracción de varias piezas de leche y otros arreglos en la boca, según han relatado fuentes cercanas a la familia. La intervención estaba programada a las nueve, en una clínica dental privada de Alzira cuya actividad ha quedado después suspendida de forma cautelar por la Conselleria de Sanidad. Durante el procedimiento se recurrió a una sedación para facilitar el trabajo en la consulta, y fue entonces cuando, siempre según la versión de los padres, la pequeña empezó a encontrarse mal dentro del propio centro. Lejos de tratarse de un malestar pasajero, aquellos primeros síntomas marcaron el inicio de una jornada que terminaría en tragedia.

La familia sostiene que la menor permaneció alrededor de cuatro horas en dependencias de la clínica mientras era vigilada por el personal. Durante ese tiempo, describen un cuadro de somnolencia persistente, respiración dificultosa y una respuesta muy escasa a los estímulos. Relatan que la niña llegó a vomitar en varias ocasiones, sin que esa evolución motivara un traslado inmediato a un centro hospitalario. Finalmente, y de nuevo de acuerdo con su testimonio, se les indicó que podían llevarla a casa una vez supervisado ese periodo de observación. Esa decisión, hoy bajo la lupa de los investigadores, se ha convertido en una de las claves del caso.
La responsable de la clínica ofrece, sin embargo, un relato muy distinto de lo sucedido. Insiste en que a la pequeña se le administró una sedación para «relajar a la niña» mientras se le empastaban caries y se retiraban varios dientes de leche, y que abandonó la consulta en buen estado. Según su versión, «La niña se fue de aquí perfectamente, se empezó a encontrar mal después», un mensaje con el que trata de marcar una línea clara entre lo ocurrido dentro y fuera del establecimiento.
Ese mismo día, otra niña de cuatro años atendida en el mismo centro también recibió sedación y, horas después, acabaría ingresada en una unidad de cuidados intensivos pediátricos. Ambas historias, íntimamente ligadas, han encendido todas las alarmas sanitarias.
Permisos en cuestión.
Tras salir de la consulta, los padres llevaron a la niña de seis años a casa, donde, siempre según su relato, continuó adormilada y con un estado general que no terminaba de mejorar. En un momento dado pareció reaccionar mejor después de beber agua, pero esa aparente mejoría fue muy breve. Pocos minutos más tarde, la menor perdió el tono y dejó de reaccionar, lo que llevó a sus progenitores a trasladarla por sus propios medios al Hospital de la Ribera, en Alzira.
Cuando llegó al servicio de urgencias, el personal sanitario se encontró con una niña sin pulso ni respiración y con signos de cianosis, lo que desencadenó un operativo de reanimación a contrarreloj. Los equipos médicos intentaron revertir la situación durante un largo periodo, recurriendo incluso a una traqueotomía al no poder intubarla por la gravedad del cuadro, pero finalmente certificaron su fallecimiento.
La titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Alzira ha incoado diligencias para esclarecer el fallecimiento y ha ordenado el traslado del cuerpo al Instituto de Medicina Legal de Valencia, donde se ha practicado la autopsia. Las muestras obtenidas han sido remitidas al Instituto Nacional de Toxicología, en Barcelona, que deberá aclarar qué sustancias se utilizaron durante la sedación y en qué cantidades exactas.
Mientras tanto, la propietaria del centro recalca que la niña había salido «aparentemente bien» de la consulta y sostiene que «el anestesista no sabe qué ha podido pasar». Insiste en que no se practicó una anestesia general, sino una sedación por vía intravenosa para poder realizar los empastes y las extracciones, y reitera que nadie en el equipo médico comprende «qué ha podido pasar». Según afirma, «Están investigando el lote de la anestesia», a la espera de las conclusiones periciales.
Paralelamente, la Conselleria de Sanidad ha confirmado que la clínica está registrada únicamente para actividad de odontología-estomatología, por lo que puede aplicar anestésicos locales pero no técnicas de anestesia que incluyan sedación con fármacos intravenosos. Ese tipo de procedimientos requiere una autorización sanitaria específica, personal altamente cualificado y equipamiento para monitorizar de forma continua a los pacientes, condiciones que ahora se escrutan con lupa.
Tanto la clínica como la propia administración señalan que la sedación de las niñas fue realizada por un anestesista, pero admiten que, sin el permiso adecuado, se trataría de una práctica irregular. La otra menor, de cuatro años, fue trasladada desde el Hospital de la Ribera al Hospital Clínico de Valencia y permanece estable en la UCI pediátrica, mientras su entorno espera noticias y el país entero aguarda explicaciones. La noticia ha sobrecogido enormemente a todos los españoles.