Ha fallecido inesperadamente un icono de la música: Gracias por todo y buen viaje

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Trágico suceso.

La muerte de ciertas personas trasciende la esfera privada y se instala en las conversaciones de la calle, en las portadas de los periódicos y en los silencios incómodos del transporte público. No son solo individuos, sino símbolos de una época, de una forma de entender el arte, el deporte o la cultura. Cuando desaparecen, el duelo parece compartido, como si el país entero asistiera a un mismo velatorio invisible.

Ocurre con quienes llevan décadas acompañando la vida cotidiana, incluso sin que nadie se dé cuenta. Están en las canciones que sonaban en la cocina de la infancia, en los programas de televisión de los abuelos, en las cintas de casete del coche familiar. Por eso su partida no se mide solo en fechas y cifras, sino en recuerdos que se activan de golpe, como si alguien encendiera una lámpara en una habitación olvidada.

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En el caso de las grandes voces, la sensación es todavía más intensa. Una voz reconocible al instante puede convertirse en refugio, en consuelo o en pura evasión, y atraviesa generaciones sin pedir permiso. Cuando esa voz se apaga para siempre, lo que se rompe no es solo una carrera artística: también se resquebraja una parte del paisaje sentimental de todo un país.

Cuando callan las leyendas.

Italia vive estos días precisamente esa mezcla de estupor y melancolía. Este viernes, en una clínica de Milán, murió a los 91 años una de sus artistas más queridas y persistentes, una mujer que hizo de la interpretación una forma de vida. Para muchos italianos, su timbre rasgado y elegante es inseparable de la banda sonora del último medio siglo. La noticia de su fallecimiento ha encendido una oleada de mensajes, homenajes y revisiones de su obra.

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El anuncio oficial llegó de la mano del ministro de Cultura, Alessandro Giuli, que despidió públicamente a Ornella Vanoni con palabras de reconocimiento y gratitud. Subrayó que el país pierde a una creadora irrepetible, capaz de unir sofisticación y cercanía en cada una de sus actuaciones. Recordó además que su talento desbordó los límites de la música popular para dejar huella en el teatro y en el espectáculo. En su comunicado, el ministro habló de una artista que ayudó a escribir, con su voz y su presencia, capítulos enteros de la cultura italiana contemporánea.

Durante décadas, Vanoni fue citada como una de las grandes señoras de la canción italiana, una figura de referencia para varias generaciones de intérpretes. Entre sus éxitos sobresale Senza fine, el tema que compartió con Gino Paoli y que terminó convertido en un estándar del repertorio italiano.

A lo largo de más de setenta años de actividad casi ininterrumpida, fue capaz de reinventarse sin renunciar a su sello personal. Su trayectoria fue tan extensa como diversa, saltando de la canción de autor a la música ligera sin perder credibilidad.

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Más allá de una canción.

Antes de ser consagrada como cantante, Vanoni se formó como actriz en el Piccolo Teatro de Milán, uno de los espacios clave de la escena italiana del siglo XX. Con apenas 18 años ya pisaba las tablas, afinando una capacidad expresiva que más tarde trasladaría a sus interpretaciones musicales. Esa disciplina teatral se percibía en su manera de decir cada verso, a medio camino entre la narración y la confidencia. Solo después de ese sólido aprendizaje decidió apostar por la música como territorio principal.

El gran salto de popularidad llegó a mediados de los años sesenta con las Canzoni della Mala, un proyecto que se adentraba en historias de la mala vida milanesa. Lejos de la dulzura convencional de la época, aquellas canciones hablaban de personajes marginales con una franqueza poco habitual. Su modo de abordar ese repertorio, directo y sin edulcorantes, consolidó una imagen de artista valiente y poco complaciente. Desde entonces, su nombre quedó asociado a un tipo de interpretación intensa y nada decorativa.

El Festival de Sanremo fue otro de los escenarios decisivos en su carrera. Participó en ocho ediciones del certamen, un escaparate fundamental para la música italiana, y en 1968 subió al podio con la canción Casa bianca. Con el tiempo acumuló más de medio centenar de discos, una cifra que habla de constancia y de una creatividad sostenida durante años.

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Lejos de retirarse discretamente, continuó grabando y colaborando con nuevas generaciones de músicos, abierta a experimentar sin perder su identidad. En sus últimos años, Vanoni siguió dialogando con el presente musical del país. Una de sus colaboraciones más recientes fue con Mahmood, uno de los artistas italianos más populares del momento, con quien lanzó en 2024 una nueva versión del tema Sant’allegria.

Ese gesto simbolizaba el puente entre dos épocas: la de la canción clásica italiana y la de los nuevos sonidos urbanos. Hoy, mientras Italia despide a Ornella Vanoni, sus discos vuelven a sonar en hogares y emisoras, recordando que algunas voces no se extinguen: simplemente cambian de lugar y pasan a habitar en la memoria colectiva.

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