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Los debates recurrentes tienen algo de moda cíclica: vuelven igual que los pantalones de campana, los audios eternos de WhatsApp o esos suplementos que algunos locales aplican por servicios que parecen inofensivos, como el euro por colocar una cesta de pan que quizá nadie toque. Da igual cuántas veces se hable del asunto, siempre regresa con idéntica intensidad.
Así que lo que estaba destinado a ser una mañana apacible en X terminó convirtiéndose, una vez más, en una tertulia improvisada sobre lactosa, hostelería y márgenes comerciales.
Un debate diminuto que se vuelve gigante
En esta ocasión, la chispa que lo encendió todo fue un sobrecoste de 20 céntimos por pedir leche sin lactosa, un matiz tan discreto que podría pasar inadvertido… si no fuese España y si no existiera X. Lo que prometía ser otra jornada tranquila en redes acabó mutando en un foro sobre leche con y sin lactosa, los conceptos de cobro del sector y sus estrategias para cuadrar cuentas.
La responsable del incendio fue la cuenta Soy Camarero, habitual especialista en convertir chispazos en fallas de Valencia, que esta vez lanzó una pregunta con evidente intención de remover el avispero: “Me piden que saque esto a debate, el extra por pedir la leche sin lactosa ¿Cómo lo veis?”.
Las fotos del tique y el comienzo del fuego
La pregunta venía acompañada de dos imágenes. La primera mostraba el típico tique de bar: «mesa 3, desayuno malagueño por 3,50 euros, café con leche a cero euros» y un remate final que descoloca por completo: “leche sin lactosa: 0,20€». Ahí estaba el recargo. Pequeño, casi invisible, pero lo bastante potente como para detonar un debate nacional sobre la vida, la lactosa y la contabilidad hostelera.
La segunda fotografía aclaraba cualquier sospecha: el menú del local detalla claramente —negro sobre blanco— “Extra de leche de soja/sin lactosa 0.20 céntimos”. Es decir, el suplemento está anunciado; no hay misterios, solo el ingrediente perfecto para avivar la discusión matutina: ¿lo correcto, lo injusto o simplemente lo habitual?
Me piden que saque esto a debate, el extra por pedir la leche sin lactosa ¿Cómo lo veis? pic.twitter.com/GrlfMPQD1T
— Soy Camarero (@soycamarero) November 12, 2025
El país dividido entre lógica y agravio
Los comentarios dejaban ver que España se partía en dos: quienes encuentran sentido empresarial al recargo y quienes lo interpretan como una penalización nutricional. “La gente no decide ser intolerante a la lactosa”, recordaba @MRCS_mm, llevando la discusión al terreno ético.
Otros hacían cuentas: “Un robo (…) la proporción no cuadra”, denunciaba @cgbernardino, con actitud de auditor fiscal. Desde la trincheras de la hostelería también llovían dardos: “Aquí opinan personas que no han trabajado en hostelería en su vida…”, reprochaba @Jorgechapu2.
Comparaciones, desperdicio y filosofía de barra
Tampoco faltó la analogía del día: “Cuando pides una ginebra u otra hay diferencia de precio? No hay más preguntas”, sentenciaba @RaytanCant, con la seguridad de quien ha ganado mil discusiones en barra.
Y luego aparece el eterno problema del desperdicio: esa botella de leche sin lactosa que se abre para un cliente único y termina en la basura porque nadie más la pide. “Lo piden solo una señora… luego no aparece y lo tienen que tirar”, contaba @Albertroviragi2, versión láctea del drama de los croissants que caducan en la vitrina.
Mucho más que 20 céntimos
En el fondo, la polémica trasciende la moneda suelta. Habla de percepciones, de criterios de justicia, de márgenes ajustados y de estómagos delicados, pero también de un país capaz de convertir un simple café con leche en una batalla cultural.
Porque esto no va realmente de lactosa. Va de que, en España, un suplemento nunca es solo un suplemento: es símbolo, termómetro y, a veces, declaración política.