Una cita con la televisión que no caduca.
En un panorama televisivo cada vez más efímero, First Dates se ha mantenido como uno de los programas más longevos y reconocibles de la parrilla española. Su premisa es simple pero efectiva: dos desconocidos se sientan a cenar, y ante la cámara, intentan conectar, enamorarse o, al menos, no detestarse. La cita termina con una decisión final: ¿habrá una segunda vez?

El programa ha sabido reinventarse sin perder su esencia, explorando perfiles variados y apostando por una representación inclusiva del amor en todas sus formas. La fórmula combina realidad y espectáculo, con momentos emotivos, hilarantes o incómodos que rápidamente se viralizan. Su éxito radica en reflejar el anhelo universal de conexión, a veces en clave romántica, a veces en tono tragicómico.
Más allá del morbo, First Dates ofrece una radiografía sociológica de las relaciones humanas contemporáneas. En su restaurante han cenado jubilados solitarios, influencers hiperconectados y personas con historias tan intensas que dejan huella. Uno de esos nombres, sin embargo, ha terminado dejando una marca muy distinta.
Cuando la cita no fue lo más raro.
Eloy, un vecino del barrio de la Fuensanta en Córdoba, saltó fugazmente a la fama por su paso por el programa. En pantalla buscaba a una mujer con la que conversar con respeto, aunque no surgiera el amor. “Estoy buscando a una mujer que sea educada, que podamos sentarnos en una mesa y tengamos una conversación, aunque no nos gustemos”, dijo tras ser rechazado por su cita, Mercedes, que desde el primer minuto se sintió incómoda con él.
Ahora, Eloy se encuentra sentado ante otro tipo de tribunal: el popular. Este lunes comenzó en la Audiencia Provincial de Córdoba el juicio en el que se le acusa de asesinar a un cliente en un bar del barrio cordobés en agosto de 2023. Él ha reconocido los hechos, aunque asegura que no estaba en plenas facultades mentales en el momento del crimen debido a un trastorno grave y al consumo prolongado de cocaína.
La clave del juicio se encuentra precisamente ahí: determinar si el acusado era consciente de la gravedad de sus actos. Según la Fiscalía, existe “una relación de causalidad psíquica entre el trastorno y los hechos”, agravada por la interrupción del tratamiento médico y el uso de drogas. Su abogado buscará demostrar que Eloy no comprendía del todo lo que hacía, lo que podría implicar su ingreso en un centro terapéutico en lugar de prisión.
Un giro siniestro tras la barra.
El crimen ocurrió en la noche del 15 de agosto, cuando el propietario del bar, en confianza, dejó a Eloy a cargo unos minutos mientras sacaba la basura. Durante ese breve lapso, Eloy entró al local y se encontró con un cliente con el que mantenía una relación cordial. Pero lo que ocurrió a continuación rompió cualquier lógica.
Sin previo aviso, se dirigió a una sala interior, tomó un cuchillo de cocina y atacó brutalmente a la víctima. “Le asestó con la intención de acabar con su vida una puñalada en el abdomen y otras puñaladas en el cuello y tórax”, describe el fiscal. El ataque se prolongó durante al menos tres minutos, incluso cuando la víctima ya yacía indefensa en el suelo.
La escena fue presenciada por varios clientes, que intentaron frenarlo sin éxito. Uno incluso le lanzó una silla para detener la agresión. Cuando el dueño regresó, encontró el cuerpo inerte y al acusado sereno, que simplemente dijo: “Ya he terminado, llama a la Policía”. Luego se encerró en el baño, donde fue detenido poco después por los agentes.
De la sobremesa al horror.
Durante el juicio, se debatirá también si Eloy estaba cumpliendo funciones en el bar o no en el momento del crimen. Mientras él afirma que se le había dejado encargado, el abogado de la aseguradora argumenta que no era necesario dejar a nadie al cargo, dado que el local estaba a punto de cerrar y los contenedores se encontraban a escasos metros.
Los informes periciales del martes serán decisivos para determinar si hubo un brote psicótico. El tribunal deberá establecer si se aplica una eximente completa, que lo libraría de responsabilidad penal y lo enviaría a tratamiento, o una parcial, que implicaría una reducción de condena. Las opciones sobre la mesa: prisión durante 13 años o ingreso en un centro terapéutico por 17.
El relato del caso ha generado conmoción entre los vecinos de la zona, que conocían al acusado por su comportamiento errático, pero jamás imaginaron semejante desenlace. Lo que en televisión se presentó como un hombre en busca de una cita civilizada, en la vida real fue alguien que acabó desbordado por sus propios fantasmas.
El lado oscuro de una cara conocida.
El caso de Eloy ejemplifica que lo que se ve en pantalla es apenas una fracción de la realidad. Si bien su paso por First Dates no dejó una huella emocional en su cita, sí dejó testimonio de una personalidad que, vista con retrospectiva, resultaba cuanto menos desconcertante. Mercedes, su compañera de cena, lo percibió al instante.

“Me siento incómoda”, le dijo ella al poco de comenzar la conversación. Él respondió con una mezcla de decepción y reproche, y acabó su intervención lanzando una crítica general a las mujeres que no sabían, según su criterio, comportarse en una cita. En ese momento, parecía solo una anécdota televisiva más.
Pero ahora, bajo el foco de la justicia, su historia se revela mucho más inquietante. La cita que protagonizó en televisión fue probablemente lo más cerca que estuvo de una interacción social convencional. Una cercanía que, en vista de los hechos, parece haber sido más bien un espejismo para la audiencia.