
El reto oculto de cuidar una planta
Cuidar una planta puede parecer una tarea sencilla a primera vista, pero en realidad requiere atención, paciencia y conocimiento. Cada especie tiene necesidades distintas, y comprenderlas es clave para su bienestar. No todas toleran el mismo nivel de luz solar, ni requieren idéntica cantidad de agua, y mucho menos responden igual ante las plagas o los cambios ambientales.
Por esta razón, mantener una planta sana no consiste únicamente en regarla y colocarla en un rincón bonito. Es necesario contar con ciertos conocimientos básicos que permitan actuar ante cualquier imprevisto. Uno de los problemas más frecuentes que puede preocupar a cualquier aficionado es cuando las hojas comienzan a tornarse amarillas o marrones.
Por qué las hojas cambian de color
En muchos casos, este cambio de color puede parecer algo natural o propio de la estación del año. Sin embargo, según explica Álvaro Pedrera, experto en plantas, es una señal de alerta. El especialista advierte que si las hojas de una planta muestran tonos amarillos o marrones en las puntas, “es un indicador de que algo va mal”.
En un vídeo compartido en su perfil de Instagram, Pedrera aclara la causa más común de este problema. «El 90% de las plantas de interior que mueren es por regarlas demasiado», asegura. El exceso de agua provoca que «las raíces se pudran y las hojas se pongan amarillas y marrones». Además, advierte que si no se corrige a tiempo, «la planta corre el riesgo de morirse».
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Cómo recuperar una planta afectada
A pesar de que la situación puede parecer grave, Pedrera señala que “recuperarlas y conseguir que estén sanas de nuevo es difícil, pero no imposible”. Por ello, el experto detalla cinco pasos concretos que se pueden seguir para devolver la vitalidad a las plantas afectadas y evitar que vuelvan a sufrir por un exceso de riego:
1. Saca el cepellón de la maceta y déjalo secar durante un día.
2. Quita todo el sustrato antiguo.
3. Si ves que hay raíces podridas (cuando están negras o secas), tienes que recortar con cuidado las que estén mal.
4. Plántala otra vez con un sustrato nuevo, pero asegúrate de que sea el correcto para esa especie.
5. Espera cuatro o cinco días sin regar y cuando lo vuelvas a hacer, reduce muchísima la cantidad de agua y la frecuencia.
Por último, el experto en plantas aconseja apuntarlo en un calendario para llevar la cuenta de los días.