«Hay que frenar esto»: El equipo de First Dates paraliza una cita que se estaba yendo de las manos

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El amor no tiene fecha de caducidad: Pablo y Lola conquistan ‘First Dates’ con su energía arrolladora

Nunca es tarde para enamorarse, para reír y para volver a empezar. Pablo, con 81 años, es el vivo ejemplo de que la actitud lo es todo a la hora de enfrentar la vida. Este representante jubilado de Denia, Alicante, ya es un rostro conocido en el programa ‘First Dates’, donde no tuvo suerte en su primera incursión buscando el amor. Pero si hay algo que Pablo tiene claro, es que rendirse no es una opción.

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Un hombre con las ideas claras: «Lo quiero todo»

Lejos de conformarse con cualquier compañía, Pablo llegó al restaurante más famoso de la televisión con una lista clara de lo que espera de una mujer. «Quiero una continuación de mí, que podamos hacerlo todo juntos: ir a bailar, estar en casa, estar con amigos… Lo quiero todo», le confesó con determinación a Carlos Sobera, reflejando un deseo de plenitud y complicidad que muchos comparten, pero pocos expresan con tanta honestidad.

Lola, una mujer con luz propia y ganas de vivir

En esta segunda oportunidad, el destino le tenía preparada una cita con Lola, una empleada doméstica jubilada de 77 años, natural de Valencia. Lola es una mujer abierta, vital y con sentido del humor, a quien le gusta el cachondeo tanto como a Pablo. Desde el primer momento, la conexión entre ambos fue evidente, dejando claro que la edad no es impedimento para disfrutar de una cita con alegría.

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Al ritmo de Karol G, ambos se pusieron a bailar nada más conocerse, rompiendo cualquier barrera de la timidez inicial. «Me ha parecido muy guay. Me lo he pasado bien», aseguró Lola, visiblemente emocionada por la experiencia.

Una cita llena de risas, tatuajes y algún que otro mordisco

Lola, con su corte pixie favorecedor y varios tatuajes, demostró que sigue siendo una mujer moderna que no teme mostrar su personalidad. Los tatuajes llamaron tanto la atención de Pablo que no pudo evitar bromear con su cita: «¿Se pueden comer? Luego le daré un mordisquito».

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La escena se volvió aún más divertida cuando, sin pensarlo demasiado, Pablo decidió darle literalmente «unos mordiscos» a los tatuajes de Lola en plena cita, generando un momento de sorpresa que obligó al barman Matías Roure a intervenir: «¿Lo has visto? Hay que frenar esto», comentó entre risas a Carlos Sobera.

Por suerte, Lola se tomó la situación con humor, demostrando que ambos compartían esa capacidad de reírse de todo y disfrutar el momento.

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Cuando la convivencia se convierte en el gran dilema

La cita avanzó entre sonrisas, complicidad y besos en el reservado, dejando claro que ambos se gustaban y compartían una filosofía de vida envidiable. Sin embargo, apareció un punto de desencuentro que podría complicar su historia: Pablo quiere compartir las 24 horas con su pareja, mientras que Lola no está dispuesta a convivir debido a su situación familiar.

«Quiero una pareja para vivir, no quiero estar uno en un sitio y el otro en otro lado. Verse una vez a la semana, eso ya me cuesta. Es un problemón porque he tenido varias parejas a distancia y sé lo que es», reconoció Pablo, visiblemente preocupado por este posible obstáculo.

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La esperanza de que el amor se imponga

A pesar de este inconveniente, Pablo y Lola decidieron no dejar que la preocupación por el futuro empañara el presente que estaban viviendo. Tras un beso y risas compartidas, ambos optaron por darse una segunda oportunidad y seguir conociéndose fuera de las cámaras de ‘First Dates’.

«Tendría una segunda cita porque me ha gustado, y la forma de ver la vida que tiene. Quiero conocerla y ver las posibilidades que tiene esto y lo de vivir juntos», afirmó Pablo con la ilusión de quien no está dispuesto a renunciar a su sueño de amor.

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Lola, con su sonrisa contagiosa, le secundó sin dudarlo, demostrando que a veces las ganas de vivir y compartir pueden más que las dificultades.

Un recordatorio de que siempre se puede volver a empezar

La historia de Pablo y Lola nos recuerda que nunca hay que perder la esperanza y que cada etapa de la vida puede estar llena de amor, risas y nuevas oportunidades. Ambos, con su actitud positiva, se convierten en un ejemplo de que la edad no define las ganas de enamorarse y de disfrutar cada instante.

Habrá que ver si Pablo y Lola logran superar la distancia y la cuestión de la convivencia, pero mientras tanto, se han regalado una segunda cita y la promesa de seguir compartiendo esa alegría que los une. Y es que, aunque el futuro sea incierto, cuando se vive con ilusión, cada día puede ser el inicio de una gran historia.

El amor, al final, no entiende de edades, sino de ganas de vivirlo.